viernes, 20 de abril de 2007

El destructor de mitos

Hay una antigua leyenda que, desde hace cientos de años, sostiene que Jesús de Nazaret tuvo descendencia con María Magdalena, y que los reyes de la dinastía de los merovingios (una familia de reyes de origen germánico que reinó durante los siglos V y VIII en un conjunto de territorios que comprendía Francia y otras regiones de Alemania, Suiza y los países bajos) eran descendientes directos del nazareno y formaban parte de ese "linaje real". Pues bien, esta leyenda, refrendada en algunas novelas como "El enigma sagrado" o "El código Da Vinci", fue desmontada el pasado año 2006 gracias al ADN y a la labor de Philippe Charlier, científico forense francés al que ya muchos denominan como el "médico de los muertos".

Charlier y su equipo de investigadores realizaron unos análisis genéticos a los restos de la reina Arnegunda de Turingia, esposa de Clotario I, y obtuvieron como resultado que los merovingios tenían una ascendencia completamente europea, y no existía en ellos ningún indicio que los pudiera definir como descendientes de alguien de raza hebrea. Así que, de este modo, se confirma una vez más el escaso rigor histórico que caracteriza a la novela de Dan Brown –rigor histórico que, por otra parte, tampoco hay por qué exigírsele a una obra de ficción–.

Pero este galo destripador –nunca mejor dicho– de leyendas, no contento con acabar con la "divinidad" de los merovingios, hace un par de semanas también desbarató el mito de las reliquias de santa Juana de Arco. A partir de los análisis de ADN realizados a los supuestos huesos de la heroína, se determinó que las reliquias eran en realidad los restos óseos de una momia de entre los siglos III y VI antes de Cristo, que alguien, avezadamente, había hecho pasar pos los huesos de la santa rescatados de la hoguera después de su incineración. Según los expertos, era frecuente en la Edad Media utilizar restos de momias egipcias para fabricar remedios medicinales. De ahí que, "curiosamente", los restos aparecieran en una farmacia en 1867.

La verdad que a mí este hombre me está dando un poco de miedo, porque le ha dado por cargarse todos los mitos que tanto han dado que escribir y que soñar, y al final ya no vamos a tener misterios en los que creer y en los que inspirarnos para escribir leyendas y cuentos. Dan Brown tendrá que pasarse a escribir guías turísticas de la ciudad de Sevilla y ya veo a Íker Jiménez presentando Dolce vita –programa que realmente, fijándose en los personajes que allí acuden, no se diferencia demasiado de Cuarto milenio–.

Espero que al amigo de los muertos no le dé por analizar los supuestos restos del apóstol Santiago, pues ¿qué pasaría si se descubre que no son los del "Boanerge"?; ¿significaría que durante siglos la cristiandad –yo incluido– no ha venerado el sepulcro del santo sino los de Fulano?; ¿dejaría de llamarse "Camino de Santiago"? Como diría Miguel Blanco, "investigaremosss…".


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