lunes, 8 de octubre de 2007

El retorno de los guerreros

18 de marzo de 1314. Frente a la catedral de Notre Dame, dos hombres agonizan retorciéndose entre las llamas acusados de sacrilegio contra la Santa Cruz, simonía, herejía e idolatría. En su castillo, Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, sonríe satisfecho: con la complicidad del papa Clemente V ha acabado con el único enemigo que podría poner en peligro sus ambiciosos planes de dominio y se ha hecho además con toda su riqueza. Pues quienes arden en la hoguera no son otros sino Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden del Temple, y su compañero Geoffroy de Charney, Maestre de Normandía. Siete años después de su arresto, un viernes 13 de octubre de 1307 (precisamente ese apresamiento contribuiría a alimentar la leyenda negra en torno a esta fecha), y tras ser sometido a multitud de torturas para forzarlo a declararse culpable de los crímenes de los que era acusado, el fuego devora al último dirigente de los templarios, una de las órdenes militares más poderosas de todos los tiempos, que llegó a poseer una riqueza superior a la de cualquier reino europeo y que, durante casi doscientos años, defendió los intereses de la cristiandad allí donde se la requirió. Pero antes de exhalar su último aliento, el anciano De Molay lanza una maldición contra sus verdugos cuyos ecos aún llegan a nuestros oídos: "Clemente, juez inicuo y cruel verdugo, te cito a comparecer ante el tribunal de Dios en cuarenta días y a ti, Felipe, antes de un año". Producto de la maldición o como una broma del destino, Clemente V muere de un cáncer de píloro el 20 de abril, y Felipe el Hermoso le acompaña el 29 de noviembre de ese mismo año tras ser herido por un jabalí.



Pero parece que el papa Clemente, quizá para reconciliarse con su alma y con Dios, se guardaba un as en la manga para que alguien lo recogiera una vez calmado el vendaval que se desató contra los pobres conmilitones de Cristo. Ese as permaneció desaparecido durante varios siglos, hasta que lo encontró desperdigado por los Archivos Secretos del Vaticano Barbara Frale, una joven investigadora italiana que en 2001 descubrió el pergamino de Chinon, un documento en el que el santo padre, además de reconocer que el proceso contra los templarios era una conspiración orquestada por Felipe IV de Francia, absuelve al fraile Jacques de Molay y a todos los miembros de la Orden, siendo posteriormente reintegrados en la comunión católica y readmitidos para recibir los sacramentos. Precisamente, a partir del descubrimiento de ese escrito, se consiguieron recuperar las actas en las que se recoge el proceso de la Inquisición contra los monjes-guerreros. Esas actas, junto con el pergamino de Chinon (al que puedes echar un vistazo más detallado aquí), se incluirán en el volumen Processus contra templarios, una fiel reproducción de los originales que se publicará el próximo 25 de octubre en una edición rigurosamente limitada a setecientos noventa y nueve ejemplares, y que formará parte de la colección Exemplaria Praetiosa, que publica reproducciones exactas y con todo lujo de detalles de documentos de gran importancia histórica.

Sin duda alguna, este documento será de gran utilidad para arrojar un poco de luz sobre el misterio de esta legendaria Orden medieval y permitirá conocer un poco mejor cómo se llevó a cabo el proceso por el que se le puso fin. En algunos círculos templarios modernos y masónicos se habla incluso de su posible rehabilitación, pues al parecer el papa Benedicto XVI mantuvo hace tiempo conversaciones con historiadores especializados para tratar de determinar quiénes serían sus herederos y parece bastante favorable a restituir el honor de los caballeros templarios. Por ahora, tiempo al tiempo.

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