"Hola, ¿qué tal? Muy buenas noches. Bienvenidos a vuestro programa favorito, bienvenidos a La Rosa de los Vientos, en la sintonía inconfundible de Onda Cero Radio (…) y éste que os acompaña, como siempre, encantado y feliz como una lombriz, vuestro amigo y compañero, Juan Antonio Cebrián". Con estas palabras saludaba cada noche el maestro Juan Antonio a los incondicionales rosaventeros. Por desgracia, el sábado de la semana pasada un infarto acabó con uno de los corazones más sabios y entrañables de la radio española. Con sólo cuarenta y un años, el capitán dejaba este mundo y, siguiendo el camino que le indicaba la rosa de los vientos de su brújula, se ponía rumbo hacia algún lugar cerca de las estrellas, donde, junto a Julio César, Napoleón, Leónidas y muchos otros, le esperaba con su sonrisa traviesa el viejo maestro Fernando.
Después de haber dirigido varios programas como La red o Turno de Noche (hermano mayor de La Rosa), de escribir pequeñas joyas como La aventura de los romanos en Hispania o El misterio de Tutankamón y otros personajes favoritos de la historia, de colaborar con publicaciones como Historia de Iberia Vieja o El Mundo, de varios premios (como Mejor Locutor –1994– o Mejor Divulgación –1998–) y de capitanear durante los últimos diez años La Rosa de los Vientos, Juan Antonio Cebrián deja un precioso y abundante legado a todos sus compañeros y seguidores. Poseedor de una voz mágica y única, cuántas noches nos hizo vibrar con sus míticos Pasajes de la Historia, gracias a los cuales conseguía que nos sintiéramos codo con codo junto a Leónidas blandiendo las espadas por la defensa de las Termópilas, o que nos estremeciéramos al contemplar la injusta muerte en la hoguera de Juana de Arco o que nos tocara el salitre de un mar que, bajo una feroz tempestad de agua, van Gogh dibujaba sobre su lienzo. El maestro de las ondas hercianas se deja en esta Tierra azul y verde a su mujer, Silvia Casasola y a su hijo, el pequeño Alejandro. Por lo mucho que hemos aprendido y disfrutado durante estos años, no sólo Alejandro, sino que, en cierto modo, todos los rosaventeros somos ahora un poco huérfanos, pues hemos perdido a un maestro y, con su partida, el viejo Cebri se lleva un pequeño trozo de corazón de todos aquellos que cada programa subíamos el volumen de la radio para escuchar atentos las aventuras que él y sus amigos nos venían a contar.
Contigo hemos aprendido historia, pues sólo tú sabías contarla como lo hacían los maestros antiguos y hacías de ella una aventura, tan diferente de la vacua crónica que nos presentan los libros de texto. Tú has conseguido que ensanchemos nuestros horizontes a la hora de contemplar la realidad y has despertado en nosotros el interés por seguir aprendiendo y por buscar respuestas a las numerosas incógnitas que rodean al ser humano. Pero, sobre todo, nos has enseñado a conservar siempre el sentido del humor y a mirar el mundo con una sonrisa. Gracias, Maestro; gracias, Juan Antonio.
2 comentarios:
Está claro que tengo que leerte más a menudo porque ahora estamos en clase y no hay tiempo
unbeso
me uno al adiós...
saludos
01
PD: Seguiré visitandote
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